jueves, 10 de noviembre de 2011

Jiddu Krishnamurt

Discurso de disolución de la Orden de la Estrella

Después de algún tiempo, vuelvo mi mirada hacia ese gran filósofo que fue Jiddu Krishnamurti, para mi, el  mayor de los tiempos modernos. Este hombre sostenía no tener nacionalidad, ni pertenecer a ninguna religión o clase social Decía: “La verdad puede ser descubierta por cualquiera de nosotros, sin la ayuda de autoridad alguna; al igual que la vida, está siempre presente en un sólo instante.”
Siempre rechazó la condición de gurú que muchos trataban de imponerle, y no aceptaba discípulos. La base de sus enseñanzas, estaba en la comprensión de que los cambios fundamentales de la sociedad, podían tener lugar sólo con la transformación de la conciencia individual.
Nada nuevo escribiré sobre el, que no se haya escrito antes, tan sólo quiero remarcar mi agradecimiento a sus palabras y a su mensaje, que de alguna forma han motivado mi caminar por la vida.
Primer artículo entre otros sobre la vida de este gran hombre, que iré colocando esporádicamente en mi blog. 


Discurso de disolución de la Orden de la Estrella 


En 1909 Charles Webster Leadbeater, colaborador de Annie Besant -quien era por entonces la presidenta de la Sociedad Teosófica-, dijo haber descubierto en Krishnamurti "un aura especial" y afirmó luego que el niño era la encarnación del Señor Maitreya, para quien la Sociedad Teosófica se preparaba, ya que sería el nuevo "Instructor del Mundo". A partir de aquí toda la atención cayó sobre el joven.   El día 2 de agosto de 1.929, fué presentado ante 3000 miembros que asombrados presenciaron  como Krishnamurti disolvía la Orden. 
Lo que él dijo entonces es igualmente válido hoy.

“Yo sostengo que la verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ése es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; Ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente por algún sendero particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán lo imposible que es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. [...]
Todos ustedes dependen de algún otro para su espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación… Cuando les digo: busquen dentro de sí mismos la iluminación, la gloria, la purificación y la incorruptibilidad del propio ser, nadie de ustedes quiere hacerlo. Puede que haya unos pocos, pero son muy, muy pocos. ¿Para qué, pues, tener una organización? Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres; ni un culto organizado ni la propia inmolación por una causa puede hacerlos libres. Ustedes utilizan una máquina de escribir para su correspondencia, pero no la ponen en un altar para adorarla. Sin embargo, eso es lo que están haciendo cuando las organizaciones se convierten en la principal preocupación. [...]
Pueden formar otras organizaciones y esperar a algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los hombres sean absoluta, incondicionalmente libres”.



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