viernes, 20 de enero de 2012

Los Protocolos de los sabios de Sion

PROTOCOLO VIII




Debemos encontrar en las sutilezas y minucias del lenguaje jurídico una justificación para aquellos casos en que nos veamos en la necesidad de pronunciar sentencias que pudieran parecer demasiado atrevidas o injustas; pues importa mucho al formular tales sentencias hacerlo en términos que revistan la apariencia de máximas morales muy elevadas y un aspecto netamente legal. Nuestro gobierno debe rodearse de todas las fuerzas de la civilización, en  medio de la que tiene que operar. Conforme a esto, se rodeará de publicistas, de jurisconsultos experimentados, de hacendistas, de diplomáticos, en una palabra, de hombres preparados por una educación superior especial en es cuelas también especiales. Estos hombres deberán conocer los secretos de la existencia social, todos los idiomas  formados de letras y de palabras políticas; deberán tener conocimiento de las inclinaciones y costumbres de la  naturaleza humana, de sus cuerdas sensibles que deben saber tocar con acierto. Estas cuerdas son: la ternura del alma de los Cristianos, sus inclinaciones, sus debilidades, sus vicios y sus cualidades, sus particularidades de clase  y condición. Ya se sobreentiende  que esos colaboradores de nuestro gobierno no serán sacados de entre los  Cristianos acostumbrados a desempeñar el trabajo administrativo sin preocuparse  del resultado feliz.  Los  gobernantes cristianos firman los papeles sin leerlos; sirven por interés personal o por ambición. Rodearemos  asimismo nuestro gobierno de todo un mundo de economistas. He aquí por qué las ciencias económicas son las más   útiles y por qué importa tanto que se enseñen a los judíos. Estaremos rodeados de una pléyade de banqueros,  industriales, capitalistas y más que todo esto, de millonarios, supuesto que, en último término los guarismos son los  que todo lo deciden. Por algún tiempo. mientras llega el momento de confiar sin peligro los puestos de  responsabilidad en los gobiernos de las naciones a nuestros hermanos judíos, los encomendaremos a individuos cuyo pasado y carácter sean tales que en caso de desobediencia a nuestros mandatos no les quede otra cosa que  esperar sino el destierro o la muerte; así ellos defenderán nuestros intereses hasta el último aliento.




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