domingo, 4 de diciembre de 2011

Protocolo V

  • Que tal amigos, lo prometido es deuda, perdonad la tardanza de esta semana, pero he tenido ciertos inconvenientes que me han impedido colocar el artículo  antes, saludos y...  ahí va ese quinto protocolo 
     
     
      
     Un plan para la nominación del Mundo
      
    Protocolo V





    ¿Qué forma de gobierno puede dárseles a sociedades en las que la corrupción ha penetrado hasta lo más íntimo,en las que no se llega a la riqueza sino por medio de sorprendentes y hábiles combinaciones que pueden ser juzgadas como fraudes o robos disimulados; en las que reina la licencia de costumbres, en las que la moralidad sólo se mantiene por medio de penas y severos reglamentos y no por principios voluntariamente aceptados, en las que los sentimientos de Religión y Patria apenas viven, ahogados por las creencias cosmopolitas? ¿Qué forma de gobierno dar a esas sociedades sino la forma despótica que describiré más adelante?. Nosotros arreglaremos mecánicamente todos los actos de la vida política de nuestros súbditos por medio de leyes nuevas. Esta leyes reprimirán una por una todas las complacencias y las más grandes libertades que fueron decretadas por los Cristianos, y nuestra dominación se distinguirá por un despotismo tan manifiesto y tan grandioso que estará encondiciones en cualquier tiempo y lugar de hacer callar a los Cristianos que intenten oponérsenos y vivan descontentos de nuestro gobierno. Pero se nos podrá objetar que este despotismo de que hablo no está en armonía con los progresos modernos. Yo demostraré lo contrario. Cuando los pueblos veían las personas de los reyes y gobernantes como una verdadera emanación de la Voluntad Divina, se sometían sin murmuraciones al absolutismo de los reyes; pero hoy, que nosotros les hemos sugerido la idea de sus propios derechos, los gobernantes son considerados como unos simples mortales. La unción divina ha caído de la  frente de los reyes, después que nosotros arrebatamos al pueblo su creencia en Dios; su autoridad ha rodado por las calles. esto es, por los lugares que son de pública propiedad, y nosotros la hemos recogido y nos hemos adueñado de ella. Además, el arte de gobernar a las masas y a los individuos. por medio de una teoría, de una fraseología hábilmente combinada, por reglamentaciones de la vida social y por toda clase de medios ingeniosos, de los que los Cristianos no entienden una palabra, forma también parte de nuestro talento de gobierno, educado por el análisis. en la observación, en tales sutilezas de conceptos en los que nadie puede igualarnos, así como tampoco en concebir planes de acción política y de solidaridad. Únicamente los jesuitas podrían igualarnos en este respecto, pero ya hemos tenido buen cuidado de desacreditarlos a los ojos de las multitudes estúpidas; porque ellos forman una organización visible, en tanto que nosotros permanecemos en la sombra con nuestra organización secreta. Por lo demás, ¿qué importa al mundo quién será su amo? ¿Qué le importa que sea el Jefe del Catolicismo o nuestro Déspota de la sangre de Sión?. Pero para nosotros, que formamos el pueblo elegido, la cuestión está muy lejos de sernos indiferente. Una alianza universal de los Cristianos podría, tal vez, dominarnos por algún tiempo; pero nos hemos precavido contra este peligro por medio de los gérmenes de profunda discordia que hemos procurado sembrar en sus corazones y que nadie puede ya desarraigar. Hemos enfrentado unos a otros los cálculos individuales y nacionales de los Cristianos; sus odios religiosos y radicales que venimos fomentando y cultivando desde hace veinte siglos. Por esto, ningún gobierno encontrará auxilio en parte alguna. Cada uno pensará que una alianza contra nosotros es desfavorable a sus intereses. Somos muy fuertes. Es necesario que se nos tome en cuenta. Las Potencias no pueden concluir el más insignificante tratado sin que nosotros también tomemos parte en él. Per me reges regnant- por mí reinan los reyes, han dicho nuestros profetas, y que somos los elegidos por Dios mismo, para dominar toda la tierra. Dios nos ha dado el genio para que podamos llegar hasta el fin de este problema. Hubo un caudillo y guía que hubiera podido luchar contra nosotros con éxito; pero el recién llegado siguió un camino distinto del que llevaba el viejo habitante; la lucha contra nosotros habría sido a muerte y tal como el mundo jamás la habría visto. Luego... esos hombres de genio llegarían demasiado tarde. Todas las ruedas del mecanismo de los gobiernos dependen de un motor que está en nuestras manos: este motor es el oro. La ciencia de la Economía Política, inventada por nuestros Sabios, nos ha dado a conocer, después de mucho tiempo, el prestigio y valor del oro. El capital, para tener libertad de acción necesita obtener el monopolio de la industria y del comercio, lo que ya está en vías de realizarse, mediante una mano que opera en todo el mundo, pero que es invisible. Esta libertad dará más importante desarmar a los pueblos, que empujarlos a la guerra; utilizar sus pasiones enardecidas para nuestro provecho mejor que calmarlas; importa más adueñarse de las ideas de otros y comentarlas, mejor que suprimirlas. El problema capital de nuestro gobierno está en debilitar el espíritu público por la crítica; en hacerle perder la costumbre de pensar, pues la reflexión da origen muchas veces a la oposición; en distraer las actividades de los espíritus con banales escaramuzas y torneos de oratoria. Los pueblos, lo mismo que los individuos, siempre han tomado como hechos las palabras, pues, contentándose con la apariencia de las cosas, raras veces se toman el trabajo de examinar si las promesas que se les hacen, relativas a la vida social, sigue su cumplimiento efectivo. Por esta razón nuestras instituciones deberán presentar una hermosa fachada que demuestre elocuentemente los beneficios que puede reportar el progreso a todos los hombres. Debemos apropiarnos la fisonomía de todos los
  • partidos, de todas las distintas tendencias y enseñar a nuestros oradores a hablar tanto, que el mundo se canse de  oírlos. Para adueñarse de la opinión pública es necesario tenerla siempre suspensa y vacilante, expresando por  todos lados y por largo tiempo tantas opiniones contradictorias, que los Cristianos acaben por perderse en este  laberinto de ideas y por persuadirse que es mejor para ellos no tener opinión ninguna en política. Cuestiones son  éstas que la Sociedad no debe conocer. Este es el primer secreto. El segundo, necesario también para gobernar  con éxito, consiste en multiplicar de tal manera los defectos del pueblo, las malas costumbres, las pasiones, los  reglamentos de la vida común, que no haya nadie capaz de desenmarañar este caos y que los hombres acaben por  no entenderse entre sí. Esta táctica nos dará también por resultado sembrar la discordia en todas partes y  disgregar todas las fuerzas colectivas que no hayan querido sometérsenos; desalentará toda iniciativa  personal, aun la más ingeniosa, y será más poderosa y eficaz que los mismos millones de hombres en cuyo seno hemos  sembrado la discordia. Necesitamos dirigir la educación de las sociedades cristianas en tal forma, que sus manos  caigan abatidas en un gesto de desesperada impotencia ante cualquier negocio que exija iniciativa. El esfuerzo que  se ejerce sobre el régimen de una libertad sin límites es impotente, porque tropieza con los esfuerzos libres de  otros. De aquí se originan molestos y enojosos conflictos morales, decepciones y fracasos.
  • NOSOTROS CANSAREMOS DE TAL MANERA A LOS CRISTIANOS CON ESTA LIBERTAD, QUE LES OBLIGAREMOS A QUE NOS OFREZCAN UN PODER INTERNACIONAL CUYA DISPOSICIÓN SERÁ TAL QUE SIN ROMPERLAS, PUEDA ENGLOBAR LAS FUERZAS DE TODAS LAS NACIONES DEL MUNDO Y FORMAR EL SUPERGOBIERNO UNIVERSAL.  
  •  En lugar de los actuales Gobiernos, estableceremos uno
    verdaderamente terrible que se llamará ADMINISTRACIÓN DEL SUPERGOBIERNO. Sus manos alcanzarán a todas partes, a manera de unas enormes tenazas, y su organización será tan colosal que ningún pueblo podrá dejar de sometérsenos. 

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