El aumento de los Ejércitos y de la Policía es complemento necesario del plan que hemos expuesto. Es necesario que en todos los Estados no queden fuera de nosotros sino las masas de proletarios, algunos millonarios que nos sean adictos, policías y soldados. En toda Europa, lo mismo que en los otros continentes, tenemos que suscitar la discordia, el odio y el desorden. El provecho de estos disturbios es doble. Por un lado, el respeto de todos los países que así sabrán que podemos, cuando queramos, provocar el desorden o restablecer el orden, por otro, todos los Estados se acostumbrarán de este modo a considerarnos como una carga necesaria. En segundo lugar, nuestras intrigas enredarán todos los hilos que tenemos tendidos en los Gabinetes de las Naciones, y esto por medio de la política, de convenios económicos y arreglos financieros. Para llegar a nuestros fines necesitaremos desplegar una astucia muy grande en el curso de los arreglos y conferencias; pero, en lo que se llama lenguaje oficial, seguiremos una táctica opuesta apareciendo siempre como honrados y conciliadores. De esta suerte, los pueblos y los gobiernos de los Cristianos, a quienes tenemos ya acostumbrados a no ser más que la apariencia de las cosas que les presentamos, nos tendrán una vez más por los bienhechores y salvadores del género humano.
A cualquier oposición que surja deberemos estar en aptitud de hacer declarar la guerra por la Nación vecina a los que se atreven a enfrentársenos; y si esta Nación vecina tuviera el atrevimiento de formar una alianza contra nosotros, deberemos rechazarla por una guerra general. El camino que más seguramente lleva al éxito en política es el secreto en todo lo que se emprende: la palabra del diplomático nunca debe estar de acuerdo con sus actos.
A cualquier oposición que surja deberemos estar en aptitud de hacer declarar la guerra por la Nación vecina a los que se atreven a enfrentársenos; y si esta Nación vecina tuviera el atrevimiento de formar una alianza contra nosotros, deberemos rechazarla por una guerra general. El camino que más seguramente lleva al éxito en política es el secreto en todo lo que se emprende: la palabra del diplomático nunca debe estar de acuerdo con sus actos.
Debemos obligar con eficacia a los gobiernos cristianos a obrar según el plan que hemos concebido con amplitud y que toca ya a su fin. La opinión pública nos ayudará; esta opinión pública, que es la gran potencia, la prensa, secretamente ha venido también a caer en nuestras manos. Con pocas excepciones, sin importancia que es inútil tener en cuenta, la prensa toda depende de nosotros. En una palabra, para abreviar: he aquí nuestro sistema de coerción de los gobiernos cristianos en Europa. A uno, le haremos ver nuestra fuerza por medio de los atentados, esto es, del terror; a todos, si es que todos se revuelven contra nosotros, contestaremos con los cañones americanos, chinos o japoneses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario