En esta hora, la de recitar mis miserias, nadie me conozca, nadie sepa quién soy o que traigo puesto.
Que nadie se entere de que me siento indeseable, un hotel abandonado, esa puerta que chilla merendada por el oxido.
Que nadie sepa que los desaparecidos usaron mi rostro, dándome a cambio un puñado de verbos en infinito.
A solas soy el pensamiento en el baño en la habitación sin espejo.
Ahora hace frío, hace frío acá dentro, y no quedan abrigos que abriguen, ni siquiera queda un recuerdo tibio.
Ahora hace frío, hace frío acá dentro, y no quedan abrigos que abriguen, ni siquiera queda un recuerdo tibio.
Un río me divide en dos la cara, entonces comienzo a diluviar con furia, inundándolo todo, desordenando mi aparente calma.
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