La realidad es nítida y real.
Nítida la perdida de valores, el desempleo, la pobreza, el desahucio, la insolidaridad y las guerras.
Real, el éxodo de nuestros hijos, hacia la búsqueda de aquellas tierras que los acoja como la suya no supo hacerlo.
Nítida la manipulación de las masas y la ceguera de estas, el conformismo, la soledad, y el desamparo.
Real la sensación de una sociedad que se desmorona y que derriba con ello, aquellos valores y derechos obtenidos en interminables luchas. Nada tenemos que no hayamos arrancado al capital sin sacrificio.
Ahora, de nuevo elecciones, y nos situamos a la izquierda o derecha, y votamos en consecuencia a partidos que dicen ser de una u otra tendencia.
Pero el hecho de votar no nos define ni nos bautiza.
Pero el hecho de votar no nos define ni nos bautiza.
No podemos ubicarnos a la izquierda simplemente por votar a partidos que dicen serlo. Ser de izquierda no es eso.
Ser de izquierda es una trayectoria personal, que conlleva una lucha por la igualdad, hacia una vida más justa para todos. Es ser consciente de tu participación contra una sociedad globalizada, cuya consecución es la explotación y esclavismo del individuo.
Ser de izquierda es una trayectoria personal, que conlleva una lucha por la igualdad, hacia una vida más justa para todos. Es ser consciente de tu participación contra una sociedad globalizada, cuya consecución es la explotación y esclavismo del individuo.
Pero la realidad es nítida y real.
Real y nítida es nuestra contribución e idolatría a una sociedad que deploramos.
Real y nítida es nuestra contribución e idolatría a una sociedad que deploramos.
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